“Lo que pasa en el humedal lo reconocemos porque somos las que tenemos esta memoria de dolor en el cuerpo”

La expansión del agronegocio llevó vacas a unas islas que se queman para mejorar las pasturas. La especulación inmobiliaria se cuela con pedidos de excepción en el Concejo de Victoria. Los incendios que hoy provocan una catástrofe ambiental en uno de los humedales más biodiversos del planeta tienen poblaciones hasta ahora poco escuchadas, y con mucho para decir sobre su ambiente: las mujeres del Paraná empiezan a organizarse para amplificar sus voces. “Queremos respirar” es el grito común.

Imágenes del Proyectorazo realizado el 15 de julio en Victoria, Entre Ríos Imágenes, foto y edición: Orilleras – Taller Flotante

El río Paraná: sus isleros, los pescadores, los ganaderos. Los que pagan el fuego, quienes queman para mejorar las pasturas para el ganado. Los desarrolladores inmobiliarios que empiezan a aparecer en el horizonte. Todo en masculino, todo en singular. Y todo lo que se incendia, vidas humanas y no humanas, están ahí, sosteniéndose en las redes comunitarias que trazan las mujeres.

Así, en la urgencia de nombrar lo que estaba invisibilizado nació Río Feminista, una colectiva que forma parte de la asociación civil Taller Flotante, donde participan también el grupo feminista Orilleras. Son de Victoria, del lado entrerriano de ese río nombrado siempre como un Paraná, pero que lleva en sus aguas las vidas de mujeres, las vidas diversas que forjan comunidades.

“Esas vidas están cercadas por el fuego, distanciadas más aún en el marco de lo que es esta pandemia, lo que pasa en el humedal lo reconocemos como mujeres porque somos las que tenemos esta memoria de dolor en el cuerpo y es lo que le está pasando hoy a la tierra.

Sabemos muy bien lo que está pasando, y lo que le está pasando al humedal como objeto violado, como objeto lacerado, como espacio tajeado, por así decirlo, porque el cuerpo de las mujeres lo ha vivido permanentemente desde diferentes situaciones a este marco de dolor.

Entonces, justamente, en este momento que nosotras tenemos esta red de contactos con mujeres del humedal, las dulceras, las cocineras del delta, es donde más nos comunicamos, para brindarnos apoyo, para saber cómo la están pasando, qué información circula, qué están necesitando y reforzar esa red, más aún en este momento”, cuenta Diana Campos, artista del río y sus arcillas, docente, integrante de Río Feminista y también de Arte in Situ.

El miércoles había 247 focos activos de incendio, sólo en la zona del sur de Santa Fe y su orilla entrerriana desde Diamante. El director de Parques Nacionales, Daniel Somma, les dijo a las organizaciones ambientalistas que vienen trabajando por una ley de humedales, que hay 300.000 hectáreas con fuego activo, de las cuales 70.000 estaban bajo control.

La sospecha de muchxs pobladorxs de las islas tuvo una evidencia el jueves, con el ingreso en el Concejo Deliberante de Victoria de un pedido de excepción de la empresa Carolina SA, cuyo titular es Esteban Hernández, para realizar un loteo en una parcela ubicada en la zona de islas. El Concejo de esa ciudad entrerriana tiene once integrantes: cinco del Frente de Todos y seis de Juntos por el Cambio.

Entre las actividades, además de ganaderas, esta sociedad anónima está inscripta para “servicios inmobiliarios realizados por cuenta propia, con bienes urbanos propios o arrendados”.

Lenguas de fuego se levantan en las costas frente a Rosario, en las islas del Delta del Paraná. El humo se mete en cada inspiración, seca los ojos. Es parte de la conversación cotidiana, la idea generalizada es que si ocurriera en la Capital Federal, sería el tema excluyente.

La ley de Humedales es el reclamo unánime de las organizaciones, que han visto fracasar dos veces proyectos con media sanción en Senadores que no pudieron pasar por Diputados. Hay una Multisectorial en Defensa de los Humedales en cada orilla.

Los sábados a la tarde hay protesta en el puente Rosario-Victoria. “Queremos respirar”, es el grito común.

El humedal que se quema es un ecosistema de gran variedad de flora y fauna: decenas de especies están sufriendo los embates incendiarios. Se cruzan de orilla animales salvajes, a nado o volando. Huyen del fuego. Una grulla vuela y, ya en la ciudad, la mata un disparo.

La catástrofe ecológica está a la vista, las brigadas del Plan Nacional de Manejo del Fuego logran apagar algunos focos, pero enseguida hay nuevos.

La bajante del río es histórica, la mayor de los últimos 50 años: a falta de agua, no hay cortafuegos naturales. La sequía es prolongada. Cada respiración es la evidencia de una catástrofe ambiental.

El problema es estructural. A principios de este siglo, el Puente Rosario Victoria y la Hidrovía convirtieron la zona en un gran corredor de extracción de recursos naturales.

La ampliación de la frontera de la soja expulsó a las vacas del continente, que ahora pueden ser llevadas en camiones por el Puente, hacia las islas.

“Desde el Taller Ecologista habíamos detectado uno o dos feed lot, a la vera de la conexión vial, pero todo el resto de la producción que se hace es ganadería extensiva, la que casi en el continente no se hace.

En realidad, en la isla viven los pequeños productores pero la propiedad de la tierra es de propietarios ausentistas, de Entre Ríos, de Santa Fe, de Buenos Aires y de otras zonas del país.

Cuando estudiamos este proceso de expansión ganadera, vimos que a los propietarios tradicionales que habían heredado o comprado la tierra, en las primeras décadas del 2000 ingresaron otros actores vinculados a esta modalidad del agronegocio, en cuanto a hacer una inversión en un área de tierras baratas en relación al continente para invertir en el sector agropecuario, muchos con dividendos de la soja, que aprovecharon la apertura del territorio isleño al territorio ganadero”, cuenta Laura Prol, antropóloga, integrante del Área de Humedales del Taller Ecologista de Rosario.

Siete de esos propietarios fueron imputados a mediados de julio por la Justicia federal de Entre Ríos, la provincia que tiene jurisdicción sobre la mayoría de las islas del delta en esa zona.

“Hubo frigoríficos, consignatarios de hacienda, distintos actores y, en general, los isleros que son pequeños productores, tienen animales o cuidan animales de otro, no tienen la propiedad de la tierra. Trabajan para otros”, agregó Prol.

La cantidad de hacienda es menor actualmente de lo que supo haber. “Si se hubiese mantenido el stock, lo que nosotros sosteníamos es que el Gobierno debía establecer cuánta cantidad de ganado podía estar en isla de manera que conservara los ambientes, que no los alterara y no los transformara.

Eso nunca se hizo. Ahora, en teoría hay poca hacienda. Lo que nosotros planteamos es que si se va a seguir desarrollando la ganadería, se haga de manera sustentable, que sea adaptada a las características ecológicas de los ambientes de humedal, que requiere que los productores incorporen una serie de criterios, eso incluye el uso de fuegos y el manejo de los pastizales.

Debería tener una menor carga ganadera y un manejo de las pasturas que permita la conservación de los ecosistemas”, sostiene Prol, quien se muestra sorprendida porque “también lo llamativo es que en este contexto de gran bajante hayan quemado”.

Fotos y Edición: Orilleras, Taller Flotante

“Ganadería igual ecocidio”

Así decía un cartel de los tantos que se pudieron ver el sábado 1° de agosto, día de la Pachamama. A pesar del Distanciamiento Social, Preventivo y Obligatorio, protestan miles de personas, muchas llegan en una caravana de bicicletas desde el Monumento a la Bandera.

Una movilización histórica. Los incendios son provocados. En Victoria, en la otra orilla, también se movilizan. Planifican alguna acción colectiva que permita unir lo que el río conecta, las luchas que no se separan por el curso de agua.

Entre las manifestantes están les integrantes de Río Feminista, un colectivo que puso el foco en voces silenciadas: las mujeres de las islas, las de las costas. Viajaron por las islas de todo el delta para conocer sus historias, escuchar cómo sus vidas siempre han fluido al ritmo del río.

Las islas son muchas y variadas, y cualquier política pública debe atender a la diversidad de sus poblaciones.

“Concretamente estoy trabajando con la gente de El Espinillo, que pertenece a la provincia de Santa Fe. Hay distintas aristas: por un lado está la cuestión de una preocupación por ser incluidos en la ley de humedal, hay mucha invisibilización por parte de los medios de comunicación de esas poblaciones.

Algunos grupos ambientalistas configuraron que se ve afectada la salud de los rosarinos, la flora y la fauna en la isla, pero el fuego está cerca de la casa de los estudiantes. Depende en qué zona de islas estés, te dicen, el fuego está cerca de la escuela, de las casas, madres y familias preocupadas porque si cambia el viento puede llegar el fuego a la casa, y después están preocupados por la culpabilización de quiénes prenden los fuegos, ellos son los que están desde siempre en las islas”, cuenta Macarena Romero Acuña, licenciada en Antropología e investigadora del Conicet.

La otra sospecha es la de un proyecto inmobiliario frente a Rosario, un “nordelta”, nunca presentado en los organismos competentes, pero un fantasma siempre vigente en esa zona.

“Un pescador y una directora de escuela de isla me han dicho que para ellos esto tiene que ver con el avance inmobiliario que se está buscando en la isla, porque estas quemas no se justifican por la ganadería. Son focos muy extendidos en territorios. Hay otros intereses en juego”, plantea Romero Acuña y recuerda que en 1935 hubo un proyecto de urbanización de la isla, que incluía un aeropuerto en El Espinillo.

El miércoles, el mismo día que el viento norte llevó el humo hasta la ciudad de Buenos Aires, la Comisión de Recursos Naturales de la Cámara de Diputados de la Nación, que preside Leonardo Grosso, se reunió para empezar a tratar los cinco proyectos con estado parlamentario de Ley de Humedales.

Una ley que plantee presupuestos mínimos para los humedales.

“Vamos a escuchar a especialistas, a las organizaciones, a productores, desarrollistas inmobiliarios, queremos que hablen todos los sectores involucrados. Se hace necesario establecer una ley de presupuestos mínimos, queremos que el Estado regule.

El artículo más conflictivo de las anteriores leyes tenía que ver con la moratoria, porque todas las leyes prevén hacer un inventario y un reordenamiento territorial; la moratoria es la suspensión de todas las actividades hasta que se termine ese proceso.

En mi proyecto no estoy promoviendo una prohibición, lo que hay que hacer es establecer criterios, lograr ese inventario y el reordenamiento territorial. Si hay un productor agropecuario con práctica nociva para el ambiente, va a tener que modificarlo, pero va a tener que hablar con el productor”, expresó Grosso en diálogo con Las12.

Fue el lobby del agronegocio el que impidió que en 2013 y en 2015 la Ley de Humedales fuera sancionada.

El Estado ausente permite en realidad que las actividades extractivistas sigan dañando un ecosistema irremplazable. “Nos interesa enfocar la responsabilidad del Estado sobre la gestión en estos territorios, a veces la discusión va solamente a la parte privada del mercado y del modelo extractivo del capital, pero se desconoce y no se responsabiliza al Estado, porque muchas de las personas individuales y las empresas que alquilan y tienen responsabilidad sobre el territorio están vinculadas con el poder político de turno”, sostiene Ana Julia Bustos, de Río Feminista y Orilleras.

La posibilidad de generar una reserva natural sin tener en cuenta a las poblaciones es una trampa. “Algo que hizo inexistente la presencia del Estado viene a caer con toda la fuerza de una ley para construir un territorio como reserva, y oculta que hay muchos habitantes que producen y viven en la isla todavía, que su vida depende de pescar o lo que sea que produzca”, advierte Bustos.

Muy en otra dirección va la iniciativa Ley de Humedales ya , que integran Taller Ecologista de Rosario, Cauce de Paraná, Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN) y Casa Río.

La propuesta es, justamente, proteger el ecosistema y a las poblaciones que allí pertenecen. “Primero, hay que resaltar porque hay mucha gente que todavía no sabe, e incluye a quienes nos representan en el Congreso, cómo se vincula la agenda de derechos en general, que incluye el enfoque de género, con la temática ambiental, particularmente para poner en valor las contribuciones puntuales que hacen las mujeres al cuidado del ambiente, que muchas veces son grandes protagonistas como defensoras del ambiente y los derechos humanos, de sus comunidades”, señala Ana Di Pangracio, de FARN.

Para la abogada, en cualquier proyecto de ley –y el presentado por el socialista santafesino Enrique Estévez incluye algunas sugerencias de las organizaciones—debe “poner en valor las contribuciones que las mismas mujeres hacen en la vida diaria y los conocimientos diferenciados que tienen respecto de los hombres, sobre todo enfocado en cuestiones que tienen que ver con la biodiversidad, las distintas fuentes de medicina o nutrición, particularmente la agroecológica, que permite hacer una gestión sostenible del ambiente, en contraposición a la agricultura industrial.

Resaltamos particularmente las contribuciones que las mujeres hacen a la gestión y más cuando el elemento central es el agua. Cómo las mujeres contribuyen a mantener ese elemento esencial de los humedales, la cultura que está allí presente y tradiciones y conocimientos internacionales”.

Por eso, la ley que salga del Congreso Nacional –y han trabajado mucho para que ésta sí se convierta en realidad—tiene que promover la participación de mujeres, pueblos indígenas, comunidades locales y jóvenes. Subraya que sólo un uno por ciento de la Ley de Bosques se destina a organizaciones de pueblos indígenas, cuando deberían ser los principales destinatarios.

“Pedimos que se escuche la voz de las personas y comunidades que habitan y que conocen a los humedales”

“Ya en dos ocasiones en que se evaluó una ley de humedales, la voz de la población que vive ahí estuvo muy invisibilizada. Hubo miembros del parlamento que hicieron caso omiso de los pedidos de reunión de esas poblaciones.

Pedimos que sea una ley que desde ya no se apruebe a libro cerrado, que se escuche la diversidad de voces y que se pueda hacer llegar la voz desde los territorios”, subrayó Di Pangracio.

Argentina tiene casi un 21 % del territorio de humedales, hay zonas que tienen más humedal que otros. Tiene una gran diversidad de paisajes de humedal.

La Convención internacional Ramsar, creada para proteger los Humedales, estimó que en el mundo desapareció el 87 % de estos ecosistemas, que son destruidos con más rapidez que los bosques, aunque capturan más carbono. Y mitigan inundaciones, estabilizan costas. En la Argentina no existe esa estimación.

Cualquier ley, considera Laura Prol, del Taller Ecologista, debería tener una mirada ecocéntrica.

“Venimos insistiendo, porque todo el discurso ambiental y la visión ambiental que se vuelca en las normativas y leyes de presupuestos mínimos están orientados a una visión antropocéntrica donde el valor de los sistemas está dado por los bienes y servicios que prestan a las sociedades humanas, y creemos que estos sistemas tienen un valor intrínseco.

Esto es interesante porque tratamos de pensarnos como un integrante más que debe mantener los equilibrios y la integridad de estos ambientes. Esta visión ecocéntrica nos aporta conceptos que nos permite desmercantilizar la visión de la naturaleza como servicios o recursos”, suma al análisis.

No son servicios y recursos tampoco para quienes habitan a la vera del río, entre las islas y la costa. Así lo vivieron las activistas de Río Feminista al entrevistar a las pobladoras. “Vicentín compró tierras arriba de Las Masitas, que es un barrio de Las Cuevas, en el límite entre Victoria y Diamante, un lugar olvidado, que es barranca y humedal.

Allá arriba Vicentín plantó soja, echó glifosato y se les murió el tipo de junco que usaba para hacer cestería.

Marcela, que les había enseñado al marido y a los hijos esa artesanía, agarró sus petates y se fue de empleada doméstica al campo de una estancia, ahora”, cuenta Ana Fiol, periodista que vivió en diferentes lugares del mundo y en la actualidad activa desde Victoria, en Orilleras.

Bustos agrega: “Es mirar y mapear todas esas historias que hacen a la vida sufrida y resistida en las lógicas extractivas del capital”. “Ese descubrimiento es Río Feminista”, suma Fiol.

Los relatos de las pobladoras del río, el encuentro para contarse las historias, las llevó a armar whatsapp, y producir una serie de podcast que pronto serán públicos

“para contar cómo las mujeres de las islas y de la costa del Paraná viven las subidas y las bajadas del río, la producción agrícola ganadera, la violencia, los hijos, las escuelas”.

La metodología feminista antipatriarcal les permite “generar esa voz colectiva que viene del escuchar, del tratar de conectar”. Por eso proponen “acciones que conecten las dos orillas y las islas, no que separen y corten el puente.

Queremos que esa lectura de que todas somos el humedal, todas formamos parte y construimos el humedal, sea más fuerte que las jurisdicciones”, sostiene Bustos.

Eso no quiere decir renunciar a las reivindicaciones y reclamos que se hagan a los gobernadores de Entre Ríos, Gustavo Bordet, y de Santa Fe, Omar Perotti. “Pero queremos que la metodología y la lógica vaya por otro lado, la del encuentro, de la asamblea, de la discusión, del estar en el territorio conectado más que separado”.

Bustos trae un relato recogido en los viajes a Aguas Negras. “Íbamos charlando con las compañeras isleñas y de la costa, sobre la vida comunitaria de la isla antes de la Hidrovía, antes que se expandiera tanto la ganadería en la isla, lo que hizo que se corrieran mucho más las mujeres, obligadas por la crianza de los niños, hacia el pueblo que sería Victoria.

Tuvieron que irse para el tema de la salud, la educación, la cantidad de escuelas de las islas se fue despoblando, el Estado no garantizó que pudieran seguir existiendo, porque tampoco garantizó que se pudieran seguir navegando los arroyos y los riachos del interior del delta”, cuenta cómo pudo conocer un antes que ella no vivió, porque no es de la zona.

“Toda esa vida también la narran las mujeres de una manera muy particular”.

“Pareciera que no existen las mujeres en las islas, porque es el pescador, el lanchero, el que te lleva, el que produce, el que… pero en realidad son ellas con sus familias, con sus maridos, las que están ahí sosteniendo la vida como en todas las comunidades, construyendo redes comunitarias de cuidado que hacen a la vida del territorio.

Una vez que las mujeres fueron corridas de la isla con sus hijos y demás, ahí avanza el extractivismo, queda despoblado el territorio, despojados de esa vida colectiva y comunitaria que la garantizan las mujeres. Es esa posibilidad de avance del capital sobre esos territorios.

Parte de recuperar esa voz de las mujeres es recuperar esa vida, recuperar que hay otras historias de la vida del delta que no están siendo nombradas que fueron muy potentes y tienden a ser cada vez menos.”

FUENTE: Página 12
Por Sonia Tessa

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